23 agosto 2008

Primer viaje

Cuando me invitaron ir a Buenos Aires no lo dudé. Acepté de inmediato sabiendo que el viaje era netamente para y por trabajo. Nunca antes había salido de mi país. Nunca antes había traspasado las fronteras. Nunca antes había utilizado mi pasaporte. Nunca antes había renegado tanto en el control de los aeropuertos.

Los argentinos y argentinas resultaron ser personas muy amables y hasta cariñosas. Ellos, al igual que nosotros los peruanos, tratan "bien" a los turistas. Les cobran todo lo que no pueden sacarle a un compatriota suyo. Recuerdo, con muy poco cariño, a un taxista que me llevó desde el barrio de La Boca hasta Puerto Madero por 36 pesos los cuales pagué sin ningún problema porque no sabía exactamente la distancia que separaba a ambos lugares. Cuando terminé mi labor periodística (que luego contaré) abordé un nuevo taxi y le pedí que me lleve de regreso a La Boca. Llegué y ¡oh sorpresa!, el taxímetro marcaba la suma de 12 pesos, lo cual quiere decir que el hijo de puta que me cobró 36 pesos me robó dos billetes de 10 pesos y 4 monedas de un peso. ¡Viveza argentina!

Salí de casa con la única misión de realizar una buena nota sobre el conocido barrio Caminito pues muy pronto el Callao contará con el suyo y, aseguran, que no tendrá nada que envidiarle al original. Salí de Lima con miles de temas por trabajar y es que nadie se imaginó que otro medio de comunicación viajaba a Buenos Aires en busca de las peruanas que participan en el concurso Latin American Idol. Así que antes de abordar el avión sonó mi celular y el máximo jefe me encargó realizar una nota con Nicole y Sandra, chicas que aceptaron complacidas ser entrevistadas.

Y la suerte continuaba, fiel a mi compañía. En Caminito encontré nada más que al mismísimo presidente de Ecuador Rafael Correa acompañado de su esposa e hija. La familia presidencial estaba escoltada por más de 20 hombres de seguridad que vigilaban sigilosamente cada uno de sus pasos. Llegué justo cuando el mandatario abordaba su vehículo para dirigirse a Puerto Madero así que no me quedó otra que subir a un taxi (cuyo conductor me robó) y enrumbar hacia su próxima parada.

Al llegar le pregunté a uno de los miembros de seguridad si podía conversar menos de un minuto con el presidente y, como era de esperarse, me dijo rotundamente que no. Así que ni modo. Utilizaré otra fórmula, pensé y apliqué. Caminé muy pegada a uno de los de seguridad y dije, con la voz un poco alta: Presidente como está soy fulana de tal del diario tal cual de Lima Perú (!!!). Me miró. Sonrió. Le estiré la mano en gesto de saludo al cual correspondió de manera cortés. Cuatro preguntas fueron suficientes para que envíe un saludo a todos los peruanos y resalte la buena relación que tiene con Alan García. Para qué más, me dije.

Argentina tiene a San Telmo y el Perú a Barranco. Es un barrio donde su historia, la tragedia, el humor y la nostalgia se encuentran dentro de cada uno de sus rincones. Al igual que el distrito limeño, San Telmo ha servido de inspiración para miles de artistas. Y es que una copa de vino en San Telmo sabe diferente a una copa de vino en cualquier lugar de Buenos Aires. Y las carnes ni qué decir.

Regresé de Argentina con la promesa de volver, pero esta vez contigo, para caminar juntos tomados de la mano por calles bonaerenses, aquellas que esperan tus letras con ansias. Muchos bares nos aguardan. Muchas noches se aplazan para nosotros. Muchos sueños están listos para ser cogidos y hacerlos realidad.