18 octubre 2008

Accidente fatal

Abrazadas.
Con los rostros desencajados. Los ojos los tienen aun abiertos como queriéndose mirar toda la vida. Los brazos de ella rodean toda la espalda de la criatura, aquella que tuvo que mantener durante nueve meses en su vientre cuando apenas había cumplido los quince años.

Dos de la madrugada. La avenida donde ellas reposan, hace más de una hora y media, está colmada de cientos de personas como que si lo que estamos viendo se tratase de un espectáculo más. Nadie se atreve a moverlas, ni siquiera a tocarlas. Los paramédicos llegan, las revisan y se van por donde vinieron.

A menos de 100 metros, un hombre se proclama inocente antes de que alguien intente acusarlo. Se jala los cabellos, se muerde las uñas. Camina de un lado a otro como queriendo escapar. No atina a nada. Sólo dice que él no tuvo la culpa. Que fueron ellas las que no se percataron de su llegada.

La policía se hace presente. Levanta los cuerpos y los sube como cualquier costal de papas a la tolva de la camioneta en la que llegaron, según ellos, en tiempo récord. Preguntan por aquel hombre que no deja ni un solo instante de temblar y es ahí cuando los fisgones lo hacen responsable de tamaña tragedia.

En la otra acera un joven grita desesperado que lo dejen pasar. Clama ayuda para poder ver los rostros de las víctimas que fueron arrolladas por un pesado camión que llevaba decenas de toneladas de bentonita (brea) a un depósito del distrito de Ventanilla. Nadie lo escuchaba. Nadie le prestó atención hasta que, en medio de su exasperación, gritó que esa mujer de apenas 19 años era su esposa y que la pequeña de dos años era su hija. Los mirones abrieron paso. Se acercó al patrullero y abrazó fuertemente a los dos cuerpos gritándoles y preguntándoles el por qué lo habían abandonado, el por qué no se dieron cuenta de que venía un camión conducido por un loco.

Los policías lo jalaron como a una liga. Su cuerpo ya no tenía fuerzas para mantenerse de pie. Alguna misericordiosa mujer se acercó y casi casi lo obligó a ponerse sobre la nariz un pedazo de algodón empapado con alcohol. Sólo así pudo brindar los nombres completos de las dos mujeres que hasta ese día alumbraban su vida.

Diana Maribel Mazzi Bojorquez (19) y Diana Beatriz Villarruel Mazzi (2) son las que están muertas ahí. No sólo a ellas las mataste. Debes saber que mi esposa estaba embarazada, tenía dos meses y esperábamos con muchas ansias la llegada de un varoncito a mi hogar, gritó con la voz entrecortada, pero con mucha cólera, Augusto Villarruel a la cara del conductor del tráiler Oswaldo Mallco Huaman (31).

Perdóname. Juro que jamás quise hacerlo. Juro que no las vi. Intenté fugarme pero entiende que fue mi primera reacción. Aceptaré el castigo de la ley y de la sociedad. La muerte de estas personas caerá sobre mí para siempre. Toda mi vida las llevaré, contestó el nervioso e ido chofer.
Al día siguiente Augusto Villarruel enterró a las que eran la luz de su vida. Hasta ahora sigue esperando que la justicia castigue al culpable de la muerte de su esposa, de su hija y del niño que aun estaba en el vientre de su madre.

8 comentarios:

Blogger Giancarlo ha dicho...

Conmovedor relato tuyo sobre la muerte. Solo me pregunto si algún día esta clase de irresponsables se arrepentirán de todas sus maldades.

25 de octubre de 2008, 1:02  
Anonymous Anónimo ha dicho...

tan claro tu relato y tan triste y no ajena.

28 de octubre de 2008, 8:56  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Rosa matias escribe sobre magay medina, que opinas...

27 de noviembre de 2008, 5:27  
Blogger markín ha dicho...

Tràgico relato, vivencial... que podría ocurrirle a cualquiera de nosotros.

Tantos males por doquier, tanto seres que en sus preocupaciones olvidan su presente, sus cuidados, los cuidados. Pierden la vida(ellas), acabn con la vida de otros (chofer).

Es tan difícil estar bajo esas situaciones...

***

Ojalà escribas algo nuevo pronto, me ha quedado el deseo de saberte màs.

16 de diciembre de 2008, 21:30  
Blogger Danelys ha dicho...

Interesante tu blog y sus relatos. Gracias por alagar uno de mis post. Creo que tenemos gustos similares. Yo quería estudiar periodismo, pero por casualidades de la vida me quedé con la Informática, pero de alguna manera aqui en la Universidad también puedo desarrollar el periodismo en mis tiempos libres.
dbrito@estudiantes.uci.cu

10 de abril de 2009, 7:37  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Holaa
Por que no sigues escribiendo?
Estaré pendiente.

Andrade.

12 de abril de 2009, 19:47  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Un relato conmovedor. Un texto casi tan conmovedor como lo eres tú, musa maravillosa, cuando con tu presencia iluminas la redacción en silencio, sin hablar con nadie (¿por qué algunas te tienen tanto odio, acaso por envidia?).

7 de mayo de 2009, 17:19  
Blogger KARRY-Julio Carrión Cueva ha dicho...

fuerte,desgarrador,a traves de tu pluma trasmites emociones...buenisimo
Interesante tu blog mi querida Matias.
Un enorme abrazo .

8 de noviembre de 2009, 11:55  

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